La Madre

Una de las etapas más importantes para la humanidad

 

Existen tres momentos para una madre, el primero cuando el bebé dice mamá, luego cuando dice madre mía y el tercero...

 
 
Al nacer el bebé, no existe mejor cuna en el mundo que el corazón de una madre. No existe diferencia entre un pesebre y una cuna de oro.
 
 
 

 

A la madre no se le debe entender, solo amarla.

Las mujeres y los hombres somos de diferente polaridad energética, en oriente se conoce como yin y yang.

Somos como dos polos opuestos y a la vez complementarios. Tal vez pueda ser equiparado como el cable de la electricidad y la luz. Se necesitan los dos polos para que el foco se encienda.

Este foco es la luz que alumbra la humanidad. Cuando las polaridades de todo lo existente se unen el universo progresa, cuando estas polaridades colapsan el universo se destruye.

Por eso es conocida las divergencias de los puntos de vista entre las parejas. A la mujer  muchas veces se le identifica como la sombra del hombre, cuando se le persigue esta huye y cuando el hombre se aleja, la sombra lo sigue.

El renombrado escritor Ambrose Bierce solía brindar por la mujer, diciendo: Quién, pudiera caer en sus brazos, sin caer en sus manos.

Es que la vida tiene sus etapas, cada una diferente de las otras, pero la etapa de ser madre no tiene paralelo con ninguna otra. El ser madre es una etapa en dónde las controversias ceden en bien del crecimiento de la humanidad. Las parejas acaban con las divergencias a favor de la madre.

La luz es el progreso, la evolución, el desarrollo y fruto del encuentro de dos mundos, nacen los hijos.

En este punto, las mujeres cambian totalmente. Existe un antes y un después. La madre vuelca toda su naturaleza que tenía reservada para los hijos.

Al nacer el bebé, no existe mejor cuna en el mundo que el corazón de una madre. No existe diferencia entre un pesebre y una cuna de oro. El corazón es la mejor cuna, y este corazón se encuentra al lado de su primer alimento, así se conjuga la alimentación con el amor. Lo que aumenta la unión del nuevo ser.

Luego, la mujer nunca dejará de ser madre. Los amigos ahora están, mañana no. Los compañeros de trabajo o los colegas, mañana pueden no serlo. Pero la madre siempre lo será, es un lazo indisoluble.

La madre tiene tres etapas que deben ser logradas. Estas tres etapas son muy importantes en su vida.

La primera es cuando la mujer se emociona cuando el bebé le dice madre o mamá por primera vez, luego continua la crianza, el desarrollo y el término mamá se hace habitual.

La segunda vez  que vuelve ha ingresar la gran emoción, será el día que el hijo le diga madre mía, como un reconocimiento a su labor de madre, como una expresión que le sale del alma a los hijos. Claro, que no siempre son las mismas palabras, pero cada madre sabe interpretar hasta en la mirada cuando los hijos le digan madre mía.

El sacrificio de las madres es intrínseco, es parte de su naturaleza, la dedicación, meticulosidad, observación es mucho mayor que la de los padres. Cuando las madres tienen tan sólo dos pedazos de chocolate y quiere repartirlos entre sus dos hijos, dirá no me gusta el chocolate a pesar de que también se muere por el chocolate.

Pareciera que los hijos no se dan cuenta, pero estos hechos que pueden parecer simples quedan grabados en el interior de cada hijo. No siempre será un pedazo de chocolate, puede ser un plato de comida, el dinero que tenía guardado para su perfume o su vestido. La madre prefiere a sus hijos antes que a nadie.

Los esposos, tan solo suspiramos, a veces sin comprender. Sigmund Freud, el famoso psicoanalista, dedicó toda su vida tratando de entender a la mujer y no lo logró. Pudo establecer casi todas las bases de psicoanálisis actual, pero no pudo establecer ninguna teoría sobre la mujer.

Es que a las mujeres y con ello a las madres no se les puede entender, tan solo apoyarlas, considerarlas, amarlas y a través de ellas a la preservación de la especie.

La tercera y última vez que las madres sentirán la emoción profunda, será cuando sus hijos vuelvan a ser niños y lloren, ya que todos los hijos vuelven a ser niños cuando una madre muere. Lloraremos como niños y no nos ocultemos. Esta vez todas las madres sentirán la emoción de la labor cumplida en otro plano de la existencia.

Hasta el último momento, inclusive cuando la madre ya no está los hijos seguimos siendo niños. Y eso es lo que las madres desean, siguiendo al Maestro Jesús, cuando decía para merecer el cielo se tiene que volver ha ser niños.

La comprensión de la vida es muy difícil, lo mejor es no comprenderla, tan sólo deslizarse por ella, y seguir meciendo la cuna de los niños, ya que la mano que mece la cuna es la que mueve y guía al mundo.

 

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La luz es el progreso, la evolución, el desarrollo y fruto del encuentro de dos mundos, nacen los hijos.